¿Recuerdas quién te compró tus primeros colores? Exacto, mamá siempre estuvo ahí para alentarme a seguir luchando por mis sueños y estoy seguro que en tu caso fue similar.
A lo mejor tuviste fortuna y desde la primaria te compraban Prismacolor, algunos nos conformábamos con Mapita o Blancanieves, pero eso no impedía que nuestra imaginación y talento nos detuviera.
Después pasé a la secundaria y no faltaban las clásicas preguntas ¿qué quieres estudiar hijo? ¿Ya sabes que prepa vas a querer? Al principio no sabía qué responderle pero ella ya notaba algunos destellos en mi, pues mi cuaderno estaba lleno de dibujos, rayones y bocetos. Ella sabía que tarde o temprano le iba a decir “quiero estudiar diseño”.
Al entrar a la prepa ella, junto a mi padre sacrificaron horas de trabajo para poder solventar los gastos de pasaje, comida y materiales que me pedían pero valía la pena cuando veían que su hijo estaba aprendiendo algo nuevo. Aquí en mis días de mayor rebeldía, donde casi tiraba la toalla y dejaba la escuela por ir a las fiestas, comprendí que todo lo que hacía mi madre era por mi futuro, al final ella ya había vivido.
Por fin llegó la carrera y a pesar de que a veces llegaba estresado de la escuela, mi madre siempre estuvo ahí apoyándome, preguntándome cómo me había ido, si necesitaba algún libro o si me habían pedido dinero para terminar alguna práctica. Ella tenía un dicho “si es para la escuela, sin pena tu pideme dinero”.
Terminé la carrera y cuando me dieron mi título la primera persona que se me vino a la mente fue ella, este papel no solo era mío, ella se lo ganó, todo su sacrificio está plasmado aquí, cada desvelo, cada esfuerzo que hacía día con día está aquí y no pensaba desperdiciarlo.
Hoy por hoy trabajo en una agencia y no hay día en que no le agradezca a mi madre por que si no hubiera por cada regaño, por estar atrás de mi para que terminara la tesis, pero sobre todo si no me hubiera comprado esos colores, no sería el diseñador que soy ahora.